SALUTACIÓN A LOS LECTORES

Este blog de análisis y reflexión, nace con la pretensión de contribuir al debate sobre el futuro y la SOStenibilidad del Sistema Sanitario Público en España, desde la óptica de los valores y principios de la Bioética, asumiendo la calidad y la excelencia como imperativos éticos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Pobreza dentro de la cabeza



Excluida la absoluta carencia de medios materiales para la subsistencia, situación que lamentablemente sufren muchas personas, considero que la estrechez mental es la peor de las pobrezas humanas.
Con frecuencia detecto rigideces (ideológicas, sociológicas, económicas, políticas, morales y religiosas) que empequeñecen a los que las padecen y están empeñados en vivir conforme a ellas.
No se dan cuenta de que sus peores enemigas son: la impermeabilidad y la inflexibilidad.
Quienes profesan asfixiantes protocolos vitales no son conscientes del daño que se hacen y del que proyectan.
Es natural, humano y saludable el deseo de transmisión a los descendientes de nuestros principales valores, aquellos sobre los que articulamos y fundamentamos la existencia.
Aceptado lo anterior: ¿Les beneficiamos, pasándoles claves tan herméticas?
En la sociedad de la comunicación, la incertidumbre, la globalidad y la interdependencia no es práctico, ni tiene sentido, educar en el absoluto convencimiento de la exclusividad, el acierto y la inmovilidad de los propios parámetros de conducta, frente a los poco consistentes y equivocados del resto de los mortales.
Considero no defendible aquello del mejor idioma, la más correcta adscripción política, el incomparable estilo de vida, la exitosa estructura social, el ocio propio como el más válido, la inigualable gastronomía, el más bello de todos los paisajes, el único Dios verdadero, etc.
En definitiva, estamos en posesión de la verdad absoluta mientras los demás viven en el error y en la oscuridad. Todos ellos son ignorantes y nosotros sabios. Sólo algunos “elegidos” disfrutamos de la luz y del misterio.
¿Es adecuado y decente imponer ese exiguo mensaje a quienes debemos educar? ¿Merece la pena hacerlo de manera tan monolítica?
Dogmatismos, fundamentalismos, integrismos, fanatismos y totalitarismos conforman un universo común e inhumano (en el sentido literal del término: impropio de lo humano). Entiendo que lo que nos caracteriza como especie evolucionada, frente a la irracionalidad del resto de los animales, es el empleo de la lógica y el análisis racional, la aceptación de la contradicción, la apertura mental a la relatividad, a la duda y a la temporalidad de todo (incluidos nuestros posicionamientos, que pueden ser mutables, equivocados o desfasados) y el convencimiento de la existencia de capacidad, inteligencia, acierto, sensatez y nobleza, fuera de nuestra cultura, nuestra filosofía, nuestro discurso o nuestras creencias.
Quienes no aceptan lo anterior actúan atrincherados en el chovinismo-aldeanismo de su propio pueblo, su región, su país, su política, su nación o sus sentimientos e ideas de trascendencia… despreciando cuanto ignoran y rechazando con rotundidad lo ajeno: por insuficiente, desacertado, perverso, malintencionado o pecaminoso.
Es preferible el líder criticable y criticado al caudillo incuestionable e idolatrado.
Fuera de determinados y muy específicos ámbitos profesionales (ejército, policía, judicatura, etc.), habría que huir del código estricto, la férrea disciplina, el manifiesto indiscutible, el credo excluyente y la fe ciega.
Siempre he percibido en la intransigencia un rotundo signo de cobardía, comodidad y precariedad intelectual.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Educación, apoyo y financiación



Por la experiencia adquirida en la crianza, y fruto de mi andadura como padre, entiendo que, en la formación de los hijos, existen dos etapas claramente diferenciadas: desde que nacen hasta que alcanzan la mayoría de edad y desde ese instante, hasta que se independizan definitivamente… en el caso de que llegue el momento, tal y como está el panorama para la gente joven.
Lo anterior, sin olvidar que los vínculos con los hijos no  desaparecen nunca, dado que suelen constituir la  contribución al mundo, de la que nos sentimos más  satisfechos. Desde que el recién nacido, impulsado por un acto reflejo-instintivo, se nos agarra fuertemente al dedo pulgar, nunca ya se  soltará… ¡así es la paternidad!
En el primero de esos dos periodos, lo fundamental es la transmisión de destrezas y valores: sin aquellas no habrá crecimiento ni supervivencia y sin éstos, no se formarán como personas maduras.
Educar en valores éticos (libertad, dignidad, generosidad, responsabilidad, honestidad, justicia, tolerancia, altruismo, solidaridad, respeto, tenacidad, civismo, esfuerzo, veracidad, objetividad, etc.) es imposible, si se intenta hacerlo sin presencia. Son criticables los padres ausentes y los "escapistas", que creen acertar encargando el cuidado y la formación a terceras personas.
También suele ser lamentable la manifiesta falta de coherencia. Los niños son ingenuos pero no torpes, detectando nuestras contradicciones y falsedades con extraordinaria rapidez y sutileza, reconocen como válido sólo aquello que nos ven practicar, con independencia del discurso que les intentemos implantar. La educación tiene mucho de imitación.
Además, es imprescindible la escolarización, que representa el otro gran elemento integrador y transmisor de cultura: casa, escuela, familia y sociedad, se complementan necesariamente sin sustituirse.
Los infantes necesitan valores familiares y comunitarios porque vivirán en sociedad (otro ejemplo más de lo cercanas que están la educación y la sanidad: también  la medicina de familia y comunitaria es el pilar asistencial fundamental).
Sin la formación colectiva, compartiendo aula, patio, deporte, ocio, aciertos y fracasos, no serán comunicativos, asertivos, ni integradores, deviniendo en egoístas y auto-referenciales.
Cumplidos los 18 años, las bases deben estar establecidas y consolidadas, siendo ya escasa la aceptación y eficacia de los consejos paternos. Sin embargo, y paradójicamente, es ahora cuando demandarán un mayor esfuerzo económico: deseos de viajar y conocer, compromisos sociales y afectivos, necesidades de preparación y capacitación profesional, estudios universitarios, etc.
Dejaron de ser niños y adolescentes, llegando a jóvenes adultos, con criterio, proyectos y ambiciones… pero no generan ingresos, sino todo lo contrario: muchos gastos.
Superada la fase de las advertencias… ahora son imprescindibles el apoyo y la financiación.
Hay que respetar sus preferencias, apoyar sus decisiones, animar sus ilusiones y financiar sus aspiraciones académicas, siempre que se pueda, claro está.
Nunca nos vamos a arrepentir de haber invertido en nuestros hijos. No nos queda otra, si pretendemos ser “los mejores padres”.









miércoles, 20 de noviembre de 2013

El discreto encanto de la pereza

Realmente la nuestra es una sociedad peculiar. Aquí en España, todos hemos oído a muchos padres hacer la siguiente afirmación: ¡Nuestro hijo es muy listo… pero muy vago!, especialmente quienes nos dedicamos a la docencia, en cualquiera de sus niveles educativos.
Si nos detenemos un poco en la reiteradísima frase, observamos que encierra mucha información sobre quienes somos y que es lo que más valoramos.
Por definición (y por naturaleza) nadie habla mal de sus cachorros, lo que induce a estar de acuerdo en que decir de un hijo que es listo, es un mensaje positivo y generador de humano orgullo paterno-filial, pero afirmar alegremente que es tan listo como vago resulta algo chocante… ¿Acaso es meritoria la vagancia? ¿Es una condición o cualidad que deba satisfacer a los progenitores hasta el extremo de proclamarla con agrado?  Si no es así… ¿Por qué se vincula la segunda, a la primera cualidad?
No ocurre lo mismo en los países anglosajones o germanos. Allí se diría lo contrario: “Mi hijo es muy trabajador pero tiene sus limitaciones”
Está claro que, en cualquier lugar, es un valor la inteligencia pero, por aquellas latitudes, no lo es la pereza.
Sin embargo, nosotros la esgrimimos como justificativa del escaso rendimiento del infante… ¡pese a lo talentoso que es!
Está muy claro, la pereza es admitida y asumida como un mal menor, algo tolerable y perdonable… ¡siendo tan listo!
Las frases anteriores ofrecen materia para todo un estudio sociológico.
Analicémoslas someramente:
1-Si se trata de mi hijo: Por fuerza ha de ser muy capaz.
2-Si no obtiene excelentes calificaciones: Algo falla.
3-Serán los profesores: incapaces de apreciar su valía.
4- Siendo tan despejado: ¿Importa tanto que sea vago?
5-Nadie es perfecto.
En esas estamos: esta nación está llena de gente “tan vaga como inteligente”… y así de bien nos va. Lejos de comprender que no todos somos lumbreras y que, con extraordinaria frecuencia, acaba siendo más eficaz la tenacidad que la inteligencia, no estimulamos la constancia ni premiamos el esfuerzo y la perseverancia, tampoco la paciencia y el empeño… ¿para qué? si nos sobra talento. La anterior tesitura es la antesala psicológica e intelectual de la famosa frase crítica de Unamuno: “que inventen ellos”.
Y claro, así, no  inventamos ni tampoco patentamos. Lo que nos sitúa a la cola de Europa… ¡siendo tan geniales, imaginativos y creativos!
Detecto en esto otro paralelismo entre educación y sanidad: igual que no existe un derecho absoluto a la salud, tampoco puede haberlo al éxito académico.
Está muy bien que se nos asegure asistencia sanitaria de calidad y buena formación educativa (ambas universales)… pero el resultado variará en función de otros muchos factores, no garantizables por nada ni por nadie. Entre ellos: la genética, el bagaje, el entorno urbano-social y, sobre todo, las capacidades y las actitudes personales; interés, tesón, dedicación e ilusión.
Desgraciadamente, ni todo el mundo es intelectualmente brillante ni tampoco estaremos todos siempre sanos.
Mejor sería que nos ocupáramos más de transmitir adecuados valores a nuestros hijos, en vez de etiquetarlos, vanidosamente y de antemano, como inteligentes, disculpándolos de su ociosidad y de su falta de interés y responsabilidad.
Ése sería el camino correcto para propiciar ciudadanos competentes y competitivos, contando con la existencia de una verdadera igualdad de oportunidades, lo que sí constituye una obligación de los poderes públicos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Listos, guapos y buena gente

 
De eso va este blog: la ética y la estética, mejoradas por la inteligencia. Todos desearíamos esa armoniosa conjunción, si no para nosotros mismos (para no pecar de vanidosos), sí para los nuestros.
Tal vez no exista ninguna cultura que no valore estas tres potencias… aunque difieran entre ellas, respecto al orden de importancia concedida a cada una.
En la nuestra, lo más “políticamente correcto” es menospreciar la belleza en beneficio de la agudeza intelectual y la nobleza, pero la realidad demuestra cotidianamente lo apreciada que es la atracción física, no por la “belleza interior o pureza del alma”, como suele cínicamente defenderse, sino por la pura imagen estética.
La “hermosura” es extraordinariamente determinante en todas las especies, cada una de ellas con sus variopintos y extravagantes cánones (plumas, colores y cornamentas), útiles para sus exhibiciones y fanfarronadas. No debemos olvidar que somos animales, independientemente de nuestro superior nivel evolutivo, que es justamente lo que nos hace reconocer, además, otros valores, distanciándonos de la irracionalidad.
Nos comportamos según una gama de instintos, ancestros, sentimientos y afectos. En ese conglomerado, ni en la más desarrollada de las sociedades puede descartarse la espontánea atracción y la consecuente pasión.
De jóvenes, apreciamos, ante todo, la belleza. De ahí los ciegos enamoramientos de los primeros noviazgos (el novio “no-vio” más allá de la cándida mirada de unos ojos cautivadores o de unas contundentes y atractivas formas). Superadas la adolescencia y primera juventud, es la inteligencia lo que más admiramos (ya hemos experimentado y reflexionado lo suficiente como para reconocer el encanto del talento). Sin embargo, con frecuencia, hasta que no alcanzamos la madurez, no caemos en la cuenta del extraordinario mérito de la nobleza… que nos humaniza tanto o más que la agudeza intelectual.
Tras el deterioro estético y cognitivo, afloran con  ímpetu: bondad, tolerancia y generosidad  ¡Qué otro remedio queda!
¿Está todo más programado de lo que nos  parece?
¿Existe un cierto determinismo biológico?
Desde Darwin, sabemos que lo fundamental, a efectos estrictamente naturales, es preservar la especie… por encima de cualquier otra consideración: para ello, lo primero es la atracción física. Pero si a ésta, se le suma la habilidad (destreza y sagacidad), el resultado mejorará… y la hembra te elegirá.
Logrado el apareamiento, lo siguiente es la reproducción y la crianza de los cachorros y, en ese estadio, valen más la entrega, la tenacidad, la constancia y la ternura maternal… en cualquier especie animal.
Todo lo señalado, extrapolado a nosotros, conformaría el concepto humano de  nobleza. Ésta se articula a través de valores, actitudes y virtudes, mientras que la belleza es fuente de emociones y placeres.
Lo primero en el tiempo, sin duda, es la belleza, muy mejorada con la inteligencia (conocido es el refrán popular: la suerte de la fea, la guapa la desea) y, atemperado el impulso más primitivo y conseguida la continuidad, nos quedará la nobleza.
Ocupamos el vértice superior de la escala animal porque nuestro grado evolutivo es mayor y lo es, entre otras cosas, porque la “belleza” facilitó la sexualidad, la continuidad y el desarrollo de la especie. Después llegaron la capacidad de abstracción y la sabiduría, que sumadas a la experiencia colectiva, nos fueron ennobleciendo.
En síntesis, para nuestros hijos, y para quienes con ellos  nos perpetuarán, preferimos, si nos dan opción a opinar (supuesto que muy raramente sucede): jóvenes dotados de  nobleza, talento y belleza.




miércoles, 30 de octubre de 2013

Mediterráneo, inmigración y mestizaje


Prácticamente todo nos ha llegado por el mare nostrum… Hasta tal punto es así que nuestra cultura, carácter,  gastronomía, folclore, forma de vida e idiosincrasia son genéricamente denominados  “mediterráneos”.
A nadie le sorprendió que, cuando se encuestó a la población sobre “la canción de nuestra vida”, fuera elegida la balada de Serrat.
Él, que es un genial poeta, supo sintetizar en unas cuantas estrofas lo que significa ser y sentirse mediterráneo… y todos nos vimos reflejados en esa simbólica e inolvidable composición musical.
Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos y árabes, entre otros, por este mar llegaron, cruzándose con la población autóctona.
Nos identificamos con el Mediterráneo como los suizos con los Alpes o los rusos con la Siberia. Su luz, su bondad climática, su riqueza y su belleza forman parte de nuestra historia y están incorporadas a nuestro código genético.
Y por allí, ahora nos viene la inmigración africana y, en menor cantidad de momento, la asiática (no sólo a España, también a Italia y a Grecia)
Hace 40 años, oí afirmar al profesor D. Carlos Osorio, catedrático de fisiología de la facultad de medicina de Granada, que el futuro era, con seguridad, el mestizaje. Su mérito no fue acertar en la “profecía” sino formularla en el año 1973.
Lo argumentó basándose en que los europeos somos pocos, blancos, y casi no nos reproducimos, mientras que los africanos son muchos, negros, y procrean generosamente… Nada tienen, el continente de la “abundancia” está muy cerca y lo ven constantemente (TV)… Similar situación a la de USA respecto a América Central y Sudamérica, pero aquí la diferencia de riqueza es abismal y, consecuentemente, el problema surge con mayor gravedad.
Ahora, los sociólogos intentan analizar y explicar el constante drama que acontece en nuestro mar…
Creo que las palabras del Prof. Osorio, más que una sutil intuición, formulaban una sensata predicción.
Sucede que, siendo ése (el mestizaje) nuestro destino irremediable, antes sufriremos frustrados intentos de evitarlo, que resultarán penosos, lamentables y trágicos.
Están cantados los rebrotes xenófobos, racistas, proteccionistas y ultra-nacionalistas. Ya han aflorado en otros países europeos y no tardarán en surgir movimientos similares en el nuestro: sus banderas serán el rechazo y la intolerancia.
Se exacerbarán los fundamentalismos ideológicos y religiosos, amparados en el miedo al otro, al extranjero del sur, que llega en masa con escasa dote que aportar, a parte de su disponibilidad para trabajar y sus deseos de mejorar, con distinto color en la piel, extrañas creencias, ajenas y arraigadas costumbres, otras lenguas y muy poco que perder… si exceptuamos el riesgo de morir en el intento.
Lo que está por venir es muy complicado. La socialdemocracia y, su más noble logro, el estado del bienestar, desgraciadamente sucumbirán.
Andalucía y Levante fueron el crisol de España y ahora nuestra nación, junto con las otras ribereñas del sur, será el crisol de una Europa muy distinta a la actual.
Sin que haya desaparecido la mítica “amenaza amarilla” (al contrario) brotan con desmesurada efervescencia la subsahariana, la islamista y la del extremo oriente (India, Pakistán, etc.).
Si unimos esto al cambio climático, se evidencian muy serias repercusiones, con desbordamientos en la seguridad, la educación, la sanidad y el mercado de trabajo (hacia la precarización y el  inevitable abaratamiento).
¿Qué hacer desde una óptica ética, cívica, democrática y solidaria?
¿Intentar integrarlos a todos?
¿Devolverlos, instaurando una rara suerte de puente aéreo-naval?
¿Dónde?, ¿A qué país?
¿Quién los reconocerá como propios y aceptará su regreso? ¿A cambio de qué?
Fracasados esos intentos… ¿Algún gobierno, alguna vez, será capaz de ordenar a su armada, cañonear pateras repletas de sin papeles?...
Sólo es cuestión de tiempo, miedo, histeria colectiva e instinto de supervivencia: nosotros no lo veremos pero, superados ciertos umbrales, nuestros descendientes lo vivirán casi con certeza.
¿Va a ser factible aquello de la alianza de civilizaciones?
¿Qué tipo de conjunción pacífica será posible entre sociedades y culturas tan dispares?
¿Cuánto esfuerzo acarreará aceptarlo y asumirlo?

lunes, 19 de agosto de 2013

Ausencia de bagaje: viajero sin equipaje


Los hay incapaces de transmitir: unos porque carecen de acervo y otros porque, aun teniéndolo, no lo saben proyectar  a los demás; sus hijos, fundamentalmente.  No se trata sólo de procurarles educación, instrucción, formación o ilustración.
Lo anterior es importante, pero el bagaje es síntesis de impronta cultural. Hablamos de tradiciones, costumbres, afectos, leyendas, citas personales y familiares, medias verdades, anécdotas, exageraciones, fabulaciones, vivencias, emociones, sucesos novelados, cuentos, narraciones, fanfarronerías, anhelos, batallas, éxitos, frustraciones, logros, fracasos, proyectos y sensaciones. Todo ese compendio: recibido, asumido y asimilado, constituye un enorme caudal, intangible y heredable. Las personas que carecen de esa riqueza, siempre arrastrarán una irreparable carencia… porque sólo se puede adquirir durante un determinado y limitado momento vital: la infancia y la adolescencia.
Después, se obtendrán títulos académicos, concursos y oposiciones, éxitos profesionales y económicos… pero sin un sólido bagaje personal, sin la confianza y la seguridad que otorga ese inconmensurable conjunto de sabiduría, intuición, destreza, sensatez y hasta religión…   difícil será conseguir madurez y óptima preparación.
Sólo con mucha inteligencia, para hacer crítica de lo propio, y siendo una esponja respecto de lo  ajeno, se podrá mitigar, en parte, ese grave déficit estructural.
Por lo expuesto, considero obligada la implicación directa y activa de los padres, en el equipamiento intelectual de sus hijos… y no sólo la de ellos, también la de quienes les rodean (conocida es la máxima que defiende la necesidad de toda una tribu para educar acertadamente a un solo niño).
Los valores, tan defendidos y tan frecuentemente mal entendidos, son conceptos morales: personales, familiares y sociales, que precisan para su interiorización, de todos los que acompañan al infante, en su capacitación: no es sólo misión de la escuela, pero tampoco es exclusivamente de la familia, porque vivimos en comunidad.
Son transmisores los padres, abuelos, tíos, primos mayores,  vecinos y amigos, como después serán los maestros y profesores de enseñanza media.
Favorece esta dinámica acumuladora, la identificación con más de un lugar geográfico (por el origen de los progenitores, la vinculación estival/vacacional, la tradición familiar, etc.)  
Ese legado, conformado por empatía, cercanía, calidez, generosidad, humildad, altruismo, nobleza, tolerancia y solidaridad, se adquiere más en casa y en su entorno cercano, que en las otras instituciones, imprescindibles para modelar, complementar y homogeneizar lo aprendido en el hogar.
Tal vez el prestigio, la grandeza y la utilidad de la familia española,  se fundamente en estos tres pilares:
Tertulia… Como vehículo de comunicación oral
Mimetismo… Por la imitación del ejemplo real
Refugio… El que siempre ofrece la casa paterna
En recuerdo, homenaje y agradecimiento a mi tía-abuela Graciana Felices y a mis tíos Juan Guevara y  Cristóbal Abadíe, incansables contadores de historias.

 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Sin ética, la política es patética


                     


Es muy lamentable experimentar una sensación de hartazgo, derivada de las continuas y contundentes sospechas de corruptelas (y corrupciones) de los dirigentes que gobiernan nuestro país, y de los que lo han gobernado.
Tras el debacle anterior, en el que casi todo fue fanfarria y falso buenismo (si acaso, salvaría la Ley de Dependencia… si dinero hubiera para desarrollarla), esperábamos: más seriedad, preparación y honestidad.
¿Qué tenemos a día de hoy?: fundadas sospechas de lo contrario.
Con acertado criterio, se habla cada vez más del PPSOE, ya que la alternancia no parece ser mucho más que esto: el recambio periódico de los unos por los otros, para perpetuarse todos ellos en el poder, a costa de quién exclusivamente vota y paga: el Pueblo soberano.
Perplejidad es lo que se proyectó en el reciente debate parlamentario, celebrado el día 1 de este mes. El presidente del gobierno no explicó nada de lo que interesaba y el jefe de la oposición se rasgó las vestiduras ante tamaña decepción… como si a los de su partido, lo de la corrupción les fuera algo ajeno, lejano y desconocido.
También se escandalizaron los representantes de los partidos hegemónicos catalanes y vascos, dado que en sus respectivos territorios y con sus correspondientes gobiernos, ni atisbo de corrupción parece haber habido (incluso existiendo ya sentencias firmes).
Si colectivamente no somos rematadamente estúpidos:
¿Cuáles son las claves?   
¿Seguro que no hay una mejor alternativa para el uso útil, sensato y racional de nuestro voto?
¿Estamos condenados a ser liderados por quienes han dado sobradas muestras de incoherencia, inoperancia y cinismo, cuando no de delincuencia?
En Cataluña, al CiU. En el País Vasco, al PNV. En el resto de España, al PPSOE… y en ello estamos.
Mi paisano, el experimentado periodista Ángel Montiel, titula su columna, en el Diario La Opinión de Murcia, “La feliz gobernación”… pues eso: sigamos así, de generación en generación, que para ello existen las organizaciones juveniles de los partidos, para tomar el relevo e imitar lo que han visto y vivido , ya que a sus mayores (sus referentes), muy bien que les ha ido.
Y en medio, la crisis del estado de bienestar: pensiones, sanidad, educación, empleo, dependencia, investigación, justicia, seguridad, obra pública, etc.… ¡Menudo panorama!
¿Qué tal una vuelta a la enseñanza de nociones básicas de Filosofía, en los estudios de Bachiller, incluido el mensaje consistente en que no es aceptable la política sin la ética?
Estaría bien que, incluso antes de esto, en la escuela, cuando se les enseña a los niños a leer y a escribir las primeras letras, en lugar de ponerles en el encerado el manido: “mi mamá me ama”,  “yo amo a mi mamá”, probáramos a fomentarles el espíritu crítico, haciéndoles repetir, una y otra vez, frases como éstas:
 1-La honradez es lo primero.
 2-Importan la verdad y la transparencia.
 3-Nunca comulgaré con ruedas de molino.

miércoles, 24 de julio de 2013

La parodia nacional


La parodia es una “imitación burlesca” de la realidad. ¿Responde a esta descripción la actual situación de nuestra querida  nación?
Creo que sí: con frecuencia, proyectamos una imagen de opereta: “falsa, afectada y ridícula”
Y para ese pobre logro, contamos con 18 gobiernos, otros tantos parlamentos y miles de ayuntamientos.
No andamos faltos de legítimas instituciones democráticas y, sin embargo… ¡que poco representados nos sentimos!
Algo está fallando.
¿Cómo es posible que, disponiendo de tanta autoridad, ejecutiva y legislativa, todo sea tan mejorable?
Y, simultáneamente: la sanidad, la educación, la investigación, la dependencia y las pensiones, están amenazadas.
¿No sería más útil reducirlos a un solo gobierno, un  parlamento (no bicameral) y muchos menos ayuntamientos?
Vivimos en el mundo de las comunicaciones, la informática y la digitalización… ¿Acaso es tan complicado legislar, gobernar y recaudar tributos, con menos de 47 millones de ciudadanos?
Siendo más los alemanes, los franceses o los ingleses, no necesitan (ni pagan) a tanto abnegado servidor público.
Cuando todo esto pase, y se impongan la racionalidad, la mesura, la austeridad, la utilidad y el sentido común… ¿Cómo se verá este derroche? ¿Le encontraran justificación histórica? ¿De que forma seremos juzgados por nuestros nietos y biznietos?
Tal vez escriban en los libros escolares, si para entonces siguen existiendo, que, en el noble intento de homogeneizar nuestra democracia con el resto de las occidentales, se nos desbordó el tema, y nos quedamos con la hipertrófica forma, no ahondando en el fondo; la verdadera esencia.
… y dirán más: organizaron un inútil y burocrático monstruo político-corporativo que, cual frondoso árbol, les impidió ver y disfrutar el bosque.
Lo que para tantos es de Perogrullo… ¿Cómo es que no lo perciben quienes pueden y deben corregirlo?
… ¿O es que no les interesa hacerlo?
¡Claro! En esto radica el problema: los que degustan el vino de la mejor cuba, han de ser quienes la rompan para que lo disfrutemos todos, en detrimento de su privilegiado paladar.
Al final sucederá, porque no hay otra salida. Los que tenemos una edad, recordamos la autoliquidación de las esperpénticas cortes franquistas… ¿Quién de ellos iba a imaginarlo, sólo unos años antes?
¿No es preocupante, e induce a reflexión, que, en todos los plenos sobre el estado de la nación, se acabe hablando de corrupción?
Centrándonos en la ética: ¿Son nuestros políticos el justo reflejo de una población en la que abundan los pillos, los aprovechados, los absentistas, los arrivistas, los defraudadores y otros frescos?
Si ésa es la cuestión, la única solución: tiempo, justicia  y educación.

viernes, 19 de julio de 2013

Oye, tú... ¡Anda que tú!


Resulta muy difícil contar con un blog y abstenerse de opinar sobre lo que sucede, a nivel político, en nuestro país.
Aquí pretendemos hablar fundamentalmente de bioética, pero no exclusivamente… La política tiene (tendría) mucho que ver con la ética.
Se intenta conseguir una bitácora profesional y lo más fácil sería estar sólo a ello, aunque…
… Viendo lo que vemos, cualquiera que cuente con sangre circulante y cabeza pensante, sentirá estupefacción, vergüenza ajena e indignación,  considerándose obligado a decir algo.
No entraré a analizar la miseria humana que impregna a nuestra clase político-económica, por hacer lo que hacen y por lo mal que lo hacen. Dejo esa necesaria crítica a pensadores, sociólogos, articulistas, periodistas, politólogos y otros opinadores, pero…
¿Puede alguien que escribe de ética, estar completamente al margen del lodazal que parece nuestra democracia?
¿Vale todo?
¿Debo, tranquilamente, mostrarme ciego, por exclusivos motivos ideológicos?
¿Es cualquier cosa asumible, tratándose de los “míos”?
¿Está justificado porque “peor lo harían ellos”…?
¿Si en el metro, me roban la cartera, disculparé al ladrón porque, días antes, en el bus, me la “chorizó” otro con peor pinta?
¿Hemos olvidado lo que significa el vocablo cinismo? ¿Conocemos  un concepto llamado verdad?
¿No resulta esto patético, para cualquiera que intente ser sensato?
¿Cómo pretendemos que se nos vea en el extranjero?
¿Acaso no observamos cada día la descomposición social de naciones, no muy lejanas, al menos geográficamente?
¿Hasta cuando, y hasta cuanto, el aguante de la gente?
Todos hablan, con espantosa verborrea, de los valores que defienden, olvidando uno fundamental: la coherencia.
Tampoco estaría mal recordar que existen la dignidad, la nobleza, el altruismo, la generosidad, la autocrítica, la decencia y la gallardía.
Todo se justifica porque “vete a los otros y verás”… por lo tanto: apoyo ciego a los de "mi cuerda", con razón o sin ella, que, para corruptos: los de enfrente.
… Esto es lo que hay, y así nos va.
¿Hasta cuando la mentira, el desprecio, la simulación, la deshonestidad, la avaricia, la desfachatez, el descaro y la irresponsabilidad más absolutos?
¿Es esto un verdadero régimen de libertades, garantías, respetos y derechos?
Este diálogo de sordos... ¿es el cabal recorrido del parlamentarismo representativo?
¿No hay otra salida que la del, según lo visto, estéril bipartidismo?
Refrán popular, en la huerta murciana: “Todo lo que rula, para”.






jueves, 11 de julio de 2013

Jibarización a fuerza de cinismo





Una de las personas más nobles, interesantes y enriquecedoras que conozco es D. Juan Fernández Marín, capellán emérito del Hospital Reina Sofía de Murcia, donde ambos trabajamos desde hace muchos años.
Aunque lo haría con extraordinario agrado y entusiasmo, no se trata aquí de elogiar su limpia, ejemplar y fecunda trayectoria (humana, intelectual, sacerdotal y misionera).
El caso es que, durante una etapa en la que fui yo el director del centro, mi amigo Juan, con la sagacidad y la prudencia que le caracterizan, no estaba constantemente en mi despacho, lo que podría haber hecho, dado que sabía, con absoluta certeza, que sería bien recibido. Al contrario: nos veíamos menos que nunca, pauta marcada por él, debida al respeto que concedía a la ocupación y responsabilidad propias de las funciones gerenciales... pero, de vez en cuando, se asomaba por la puerta y, sin llegar a entrar, me decía, con su profunda y característica voz:  
Rafa… ¡¡que no te jibaricen!!
Hay que ser muy inteligente y muy entrañable para actuar de ese modo y, con esa sutilísima capacidad de síntesis, demostrar a la vez  interés y amistad, al advertirme de un riesgo real.
Cuando observo como la falsedad y el cinismo campan a sus anchas por nuestro país y la absoluta e impúdica desvergüenza con la que se nos intenta mentir y manipular sin descanso, de manera  cotidiana y reiterada, recuerdo siempre el consejo, sabio y honesto, del amigo de verdad, quién nunca, ni directa ni indirectamente, pretendió aprovecharse mínimamente de mi cargo, para conseguir algún pequeño beneficio, para sí o para su “servicio”… al que, por cierto, denominábamos  “medicina extracorpórea”, en un jocoso intento de compendiar, a través de esa metáfora, el reconocimiento, la valoración y el cariño que les dispensábamos, a él y a su desaparecido e inolvidable colega, también capellán y misionero, D. Ángel Marí Valero.
Estos ejemplos de sencillez, utilidad pública, (¡cuan reconfortantes son sus visitas, para muchos de los enfermos!), compromiso, generosidad, eficacia en su cometido, testimonio  y compasión (tan necesaria en cualquier institución sanitaria), sí que representan las referencias que todos querríamos transmitir a nuestros hijos, astronómicamente alejadas de las que proyectan los noticiarios y tertulias televisivas, protagonizadas por políticos corruptos, banqueros desaprensivos, arrivistas aprovechados, falsos defensores de causas sociales, descerebrados, beatos de conveniencia, pillos y delincuentes de toda índole, que consiguen envenenar las capacidades, las aspiraciones, los objetivos vitales y los valores éticos de la gente joven, en una triste ceremonia, casi ritual, de perversa “jibarización colectiva". Esto está generando un auténtico retroceso evolutivo y neuronal:  penoso, empobrecedor, desmotivador, despreciable, nefasto y muy peligroso.



sábado, 23 de marzo de 2013

¡NO SE PUEDE!

A pesar de que el conocido eslogan sostiene justo lo contrario y que, indudablemente, es mucho más agradable y asumible un mensaje positivo que el negativo, en lo tocante a la Sanidad (y no sólo en este sector) hay que mentalizarse para lo contrario. No admitir esta realidad, a base de populismo, ceguera y nostalgia, está conduciendo a un verdadero desastre, del que dificilmente vamos a salir:

1-No se puede seguir actuando como si la crisis económica y social fuera una entelequia y mañana todo fuera a ir mejor.

2-No se puede permanecer impasibles ante la contundencia de unos datos escalofriantes y viendo lo que cada día vemos.

3-No se puede garantizar salud para todos, a cualquier precio y cueste lo que cueste, porque no se dispone del dinero para pagarlo.

4-No se puede confiar en políticos populistas y miopes que, conocedores de la gravedad de la situación, prefieren no mirarla de frente y apurar sus permanencias en el poder (o en la oposición) hasta un minuto antes del desastre irreparable.

5-No se puede decir que el estado del bienestar es un logro social irreversible y que su permanencia está asegurada.

6-No se puede demorar la apertura de un rápido y serio debate sobre la salud y la enfermedad, sobre lo que significan unos objetivos razonables y sobre lo que está más allá de las reales posibilidades de una sociedad empobrecida.

7-No se puede mantener un mastodóntico servicio público de salud, con 17 responsables distintos, que no piensan lo mismo ni están dispuestos a coordinarse, verdadera y solidariamente.

8-No se puede continuar al amparo de falsas expectativas, con 5 millones de parados, cuyas posibilidades de colocación (y, en consecuencia, de cotización) empeoran a cada momento.

9-No se puede conservar sin una drástica reforma, un aparato político-administrativo que constituye, más que otra cosa, un fin en sí mismo.

10-No se puede estar exclusivamente a la consigna del propio partido, cuando la sociedad en su conjunto duda, cada vez más severamente, de la utilidad real de esas formaciones políticas.

11-No se puede engañar a los futuros médicos y enfermeros, haciéndoles creer que, cuando terminen sus complicados periodos de formación, encontrarán trabajo en el sistema público, que ha venido siendo, hasta ahora, el gran empleador.

12-No se puede alentar a los farmacéuticos en ciernes, para que sigan vislumbrando la consecución de una botica, como el remedio de su futuro profesional y familiar, porque muy pronto las multinacionales estarán instaladas en nuestro país y ellos serán sus asalariados.

13-No se puede sostener más tiempo unas estructuras docentes y asistenciales, no sometidas a eficaces evaluaciones periódicas, y con un blindaje laboral que empieza a resultar insultante para el sentido común, para los desempleados y para los jóvenes (bien preparados y sin acceso a esos saturados y taponados mercados laborales).

14-No se puede ignorar que, ante situaciones colectivas excepcionales, hay que valorar más que nada: el talento, la formación, la capacidad, el mérito, el compromiso, el esfuerzo y la honradez.

15-No se puede defender, tal como se ha venido haciendo en las últimas décadas: el colegueo, el amiguismo, el enchufismo, el pesebrismo, el cortoplacismo, el sindicalismo y el partidismo (conste mi respeto a partidos y sindicatos), como los auténticos yacimientos para el acceso al trabajo.

miércoles, 9 de enero de 2013

ARROGANCIA VERSUS IGNORANCIA



A pesar de que muchos de ellos obtuvieron títulos universitarios, los conozco que son tan ignorantes como arrogantes. Esta mezcla es, lamentablemente, bastante frecuente. Aparece en todos los ámbitos: sólo hay que observar el triste, patético y esperpéntico panorama que ofrecen nuestros políticos (con escasas excepciones).
Quienes son así, enmascaran su incapacidad y falta de rigor con una penosa exacerbación de las prerrogativas que les otorga su estatus profesional o social.
Es pavoroso enfrentarse a los que, en ausencia de conocimiento y competencia, esgrimen la altanería y la soberbia, para ocultar su pobreza cultural e intelectual.
Se sienten detentadores de la verdad absoluta, no molestándose en analizar cualquier opinión que no coincida con la suya. Sólo valoran el discurso del que comparte con ellos privilegio, posición e ideología.
Estos personajes, pagados de si mismos, nunca ejercen la autocrítica, ensimismados como están en su “sabiduría”. Con extraordinaria facilidad, censuran y rechazan cualquier planteamiento discordante, descalificando con radicalidad la actitud del que desarrolla su trabajo sin oropel ni boato… pero sí, con decencia, seriedad, acierto y eficacia.
Suelen leer poco… porque “no lo precisan”, y además, cuando lo hacen, no asimilan. Solamente se dispensan reconocimiento entre ellos, rodeándose exclusivamente de sus correligionarios: en incompetencia, injusticia y necedad.
Desconocen el proceso de valoración del otro: de lo que es y de lo que hace… porque  su mundo (el ajeno), ni les atrae ni les interesa: por  inferior, nimio y equivocado.
Están convencidos de ser un selecto club de “escogidos por derecho propio”, con absoluta desproporcionalidad, respecto al  esfuerzo que han realizado para disfrutar del lugar que ostentan. Se auto-atribuyen  el buen gusto y la exquisitez, convencidos como están, en su estupidez, de que constituyen auténticas élites (etimológicamente: elegidos).
Son y están “ellos con ellos mismos”. Fuera de sus círculos (profesionales, económicos, sociales, políticos… y hasta religiosos), nada les motiva, ni les inquieta, ni les conmueve. Esgrimen una escalofriante frialdad afectiva y una nefasta insolidaridad social. Las escasas veces que contactan, sin querer, con las carencias humanas  (enfermedad, hambre, sufrimiento, marginación, atraso y ausencia de lo más elemental), las consideran circunstancias  rechazables… pero formando parte de un inescrutable y misterioso “proyecto superior” que también incluye la presencia del mal en la Tierra. A veces se muestran caritativos… pero nunca, verdaderamente comprometidos.
Transmiten esa miseria a sus cachorros, perpetuándola cual huevo de la serpiente.
Como no consideran a nadie, cuando “circulan”, lo hacen con la luz larga, no siendo conscientes de que, al cruzarse, deslumbran y arrojan fuera de la carretera, al que conduce correctamente con la corta.
Tampoco reflexionan sobre la maldad de su comportamiento, lo que les impide mirar por el espejo retrovisor y percatarse de que molestaron o lesionaron al que no iba en su misma dirección: la única que aprecian como acertada.
Se creen educados y no lo son, porque no entienden de respetos. Lejos de su ambiente,  todo es vulgaridad, ordinariez y zafiedad. Viven pendientes de su reputación, en ausencia de verdadero prestigio. Les inquieta, hasta el punto de atormentarles, la pérdida de la línea o el discreto sobrepeso, ya que cultivan, antes que nada, su aspecto exterior, porque saben que su mundo interior (el de los valores nobles, los afectos sinceros, las reflexiones profundas, las dudas existenciales y las sensibilidades altruistas) es casi inexistente.
Exclusivamente comentan logros y éxitos propios o muy cercanos, "vendiendo" reiteradamente  sus planes,  tan glamurosos como inútiles. Si les surge alguna dificultad, siempre será culpa de los que no son como ellos, ni están entre ellos.
Eso sí: reclaman toda nuestra atención a su problema, porque siendo el suyo, tiene que devenir, por fuerza, en el de todos.
Permítaseme el atrevimiento de manipular, descontextualizándolos y adaptándolos al caso,  los versos de dos  inmortales poetas andaluces:

Antonio Machado:

         Envueltos en sus andrajos (mentales)
         Desprecian cuanto ignoran

Federico García Lorca:

        Tienen, por eso no lloran
        De plomo la calaveras.